En toda la etapa de crianza de nuestros hijos hasta que llegamos a la edad adulta (la suya), pasamos por diferentes procesos en los que se pone a prueba nuestros conocimientos.
Nuestros conocimientos, y dónde además florece también el cómo lo han hecho con nosotras cuando éramos niñas.
Yo recuerdo la de veces que me ponían oxígeno. O la de veces que tenían que pincharme para ponerme suero. La de veces que estuve ingresada. Recuerdo el miedo que sentía, las lágrimas que dejé en los hospitales. Las veces que estuve ingresada durante días, semanas, porque no podía respirar.
Lágrimas que he ido dejando en diferentes consultas de profesionales cómo la odontóloga a dónde iba que tenía que tratar mis infecciones provocadas algunas por un debilitamiento de la medicación que llegué a tomar de niña.
Las pruebas a las que tenía que someterme cada X tiempo para ver cómo evolucionaba. La prueba de tratamientos que a veces funcionaban otras no…
Yo sentía que no iba a acabar nunca. Que mi vida iba a estar ligada a “los médicos” para siempre.
Me ponía muy nerviosa cuando tenía que ir. Cuando me auscultaban recuerdo el comentario de… ¿estás nerviosa? Tienes muchas pulsaciones… Yo no hablaba. No me preguntaban. Yo sólo sufría.
Mi madre y mi padre hicieron lo mejor que sabían, y hacer caso de lo que les decían.
Y la verdad que no se si debe ser por eso que tengo una “alta sensibilidad” o “baja tolerancia” al sufrimiento de los niños cuando están malitos, cuando lloran y necesitan ser cogidos, o cuando lloran porque tienen miedo y no permiten que su madre o su padre acompañe ese proceso. En general tengo baja tolerancia al sufrimiento de los niños, más cuando sabes realmente cuales son las necesidades reales.
Saber sobre salud te posiciona en otro lugar.
Y es necesario para ti, para tus hijos. Yo decidí protegerlos de todo eso.
Aprender sobre salud natural te ayuda a ver cuándo es realmente necesario acudir a una consulta profesional. Sabes qué hacer cuando entra en un proceso vírico y cómo acompañar un proceso cuando requiere otro tipo de mediación. Sabes cómo acompañarlo de la mejor manera para tu hijo, puesto que conoces exactamente como hace los procesos. Para eso sólo hace falta saber y observar. ¿Cuántas veces has intuido que se iban a poner malos alguno de tus hijos?
Te ocupas en primera persona, no esperas a que un tercero solvente la situación con sus conocimientos, porque los tuyos también cuentan. Y te pones en marcha. Con ayuda si necesitas.
Tengo una amiga que es neonatóloga y ambas coincidimos en que si las dos partes trabajan codo a codo, respetando al máximo al niño y haciendo las menos intervenciones posibles sale mucho más fortalecido de la infección.
El cuerpo actúa, si se le permite.
Y me encantaría que todas las familias a las que puedo llegar puedan cuidar a sus hijos de forma respetuosa y consciente para evitar lo que muchos hemos pasado dentro de una consulta. Aún hoy cuando he tenido que acudir a un centro médico me salta el automático. Es lo que aprendí y esto por suerte puede cambiar.
He creado la formación que yo aplico, con la mirada de respeto absoluto por el desarrollo y maduración de mis hijos, de los niños en general.
Sé que esta visión puede incomodar a muchas personas, a muchos profesionales. Pero es que los profesionales estamos para acompañar a quien nos consulta, no para someterlos a nuestros criterios.
Esto es cuestión de ganar en confianza. De hacerse responsable. De buscar opciones. De decidir. Y de saber moverse cuando es necesario.
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